El derecho a formar una familia

Por Fray Pablo Iribarren Pascal, OP

Buenas Noches.

Thomas Robert Malthus, fue un escritor inglés que falleció en 1834, su obra, en particular su libro, “Ensayo sobre el principio de la población”, orientado a prevenir el peligro que representa un aumento excesivo de la población y la consecuencia de una falta de alimento para la misma; afirmaba que la producción de alimentos no crece al ritmo del crecimiento poblacional, por lo cual llegará el día en que falten los alimentos para gran parte de la población, es especial en los países que decimos tercermundistas.

La influencia de este autor, Malthus, y su teoría sobre el aumento de población y escasez de alimentos tuvo acogida muy buena acogida en la dirigencia de los pueblos y en los sectores intelectuales y economistas de los mismos. De ahí, que los gobiernos promovieran el uso de toda clase de medios que para evitar el crecimiento poblacional: anticonceptivos, abortos, esterilizaciones forzadas e impulsó toda clase incentivos y campañas propagandísticas con el lema: “la familia pequeña vive mejor” y con otras falsedades en los medios de comunicación y de otros medios a favor de la disminución de los hijos.
En el ámbito intelectual, economista y sociopolítico, se generó la teoría demográfica llamada maltusianismo, “según la cual la capacidad de crecimiento de la población responde a una progresión geométrica, mientras que el ritmo de aumento de los recursos para su supervivencia solo lo puede hacer en progresión aritmética”. Según esta hipótesis, de no intervenir obstáculos (guerras, pestes, etc.), el crecimiento poblacional acarrearía falta de alimentos.
Ante esta hipotética situación, escribe Robert Malthus, sin ninguna compasión ni atenuante: “El hombre y la mujer que nace en un mundo ya ocupado no tiene derecho alguno a reclamar una parte cualquiera de alimentación y está de más en el mundo. En el gran banquete de la naturaleza no hay cubiertos para él. La naturaleza le exige que se vaya, y no tardará en ejecutar ella tal orden”. A esta afirmación responde el Papa Francisco, y yo defiendo con él, el derecho de los pobres y excluidos, injustamente, a silla, cubiertos y plato lleno en la mesa de la naturaleza.
Consulté cierta información, en internet, acerca de los abortos que se dan en el mundo, y en particular en países más desarrollados y con problemas, hoy día, de escasez de población y quedé asombrado; más de 42 millones de abortos se dieron en el año 2020, superando con creces el número de fallecidos por otras causas en el mundo. Estos datos son facilitados por la Organización Mundial de la Salud, recopilados Worldometer (NC NoticiaCristiana.com)
Siendo yo niño, joven y adolescente, y aún en mí edad avanzada, no faltan algunos gobiernos que defienden la ideología de la falta de alimentos a consecuencia del crecimiento poblacional y continúan promoviendo la limitación de hijos e hijas en las familias, ante la escasez de alimentos de algún pueblo, fruto, no tanto del crecimiento de población, cuanto de condiciones climatológicas consecuencia, más bien, de la destrucción del medio ambiente y el calentamiento global.
Nuestra condición de seres racionales, humanos, nos debería orientar no a la limitación de hijos e hijas en el seno de nuestras familias, sino a un compartir solidario de los bienes de la creación y una justicia distributiva de alimentos y de recursos de toda índole, necesarios para el recto desarrollo de los seres humanos.
Los defensores de la ideología de limitar la natalidad en la familia no tomaron en cuenta el fenómeno presente, grave y urgente, del envejecimiento de la población. En esta hora son 82 países a los que les urge aumentar la natalidad de cara a un futuro inmediato, por causa de pérdida del crecimiento económico, la defensa nacional, las pensiones, la educación, la atención sanitaria a enfermos a personas de edad. En estos momentos son sesenta los países con políticas de apoyo a la natalidad, y en puerta se hallan otros ochenta dos países, que lo harán en breve.
Uno de los países que más llama la atención en estas cuestiones es China, hoy con 1400 millones de habitantes y un porcentaje de un 15% de la población anciana. En el año de 1980 dictó políticas restrictivas a la fecundidad de la familia, permitiendo que tuvieran un solo hijo/a, so pena de multas y castigos muy severos. En el año 2016, permitió a las familias procrear dos hijos/as, y, apenas hace unos días, en varias regiones de del país, se permitió a las familias tener tres hijos y se espera, que para el año 2025 o antes, se anulen todas las restricciones a la fecundidad humana.
Ante estas políticas actuales de apoyo a las familias numerosas que los gobiernos han iniciado desde hace algún tiempo, tristemente, está la nueva cultura que se ha creado con prohibiciones, esterilizaciones forzadas, permisión del aborto y legislaciones a su favor y la promoción que se ha hecho durante años en los medios de comunicación a favor de “la familia pequeña vive mejor”, animando a tener uno o máximo dos hijos, ahora nos encontramos con esa barrera cultural difícilmente superable.
¡Qué razón ha tenido la Iglesia católica de defender contra viento y marea la natalidad humana y la libertad de los matrimonio para procrear, no sólo los hijos que ellos consideren conveniente, sino “los que Dios quiera”, según un dicho popular! Igualmente la Iglesia ha tenido, y ofrecido como doctrina común y pista de solución ante el aumento de población y escasez de alimentos, la cooperación y solidaridad internacional hacia los países más pobres y en algunos casos, los de más alto índice de natalidad, y el aprovechamiento de todos los recursos alimenticios, pues, en ocasiones, por defender los precios del mercado, ciertos países reducen su producción y se ha llegado a destruir, tirar los alimentos.

Deseo que esta cruda realidad nos haga reflexionar y tomar una postura conforme a criterios éticos en defensa de la vida.

Fray Pablo, OP