El tiempo se ha cumplido

Por Fray Pablo Iribarren Pascal, OP

Buenas Noches.

Al amanecer, el día de hoy, me encontré con las palabras del Maestro Divino, Jesús de Nazaret: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios ya está cerca” (Mc 1,14). Y me preguntaba: ¿Qué sentido tienen para mí estas palabras?

Sin duda, el Divino maestro, con dicha expresión, “Reino Dios”, “tiempo cumplido”, me decía que el proyecto, el plan Dios sobre la humanidad ya ha comenzado a realizarse, y dicho plan no puede ser otro, que la felicidad en aquellos que asumen la voluntad de Dios.
Considero que en este tema, la escena de nuestros primeros padres en el Paraíso, en el jardín del Edén, es muy ilustrativa; dado que, en un instante, por la desobediencia a la Palabra de Dios que les había advertido: “Coman las frutas de cualquiera de los árboles de jardín, pero no coman del fruto del Árbol del Bien y de Mal, porque ese día morirán” (cf Ge 2,16-17). “Morirán” al determinismo, a la inconsciencia; serán libres, digo yo, capaces del bien y de mal, responsables de sí mismos, capaces de mérito y de pena, de felicidad o desgracia, por si mismos.
Dios, en consecuencia, hizo al hombre y a la mujer libres con la libertad para conocer y amar; los hizo ser humano, con potencialidades infinitas de crecimiento en valores, virtudes, en el conocimiento de Dios; en definitiva, en humanidad. Para lograr este crecimiento en humanidad, Dios no dejó solos a los seres humanos, ni en su realización personal ni en logro de su vida familiar ni en su esperanza y lucha por el derecho a una vida humana digna, a un mundo en el que prevalezca la justicia, una sociedad sana. Dios desea la felicidad al ser humano.
Dios para hacer más patente su presencia envió a su Hijo, Jesús de Nazaret, el Maestro Divino, repito, “cumplido el tiempo”, anunció la cercanía y, más todavía, la presencia del Reino de Dios, “cercanía” porque hay muchas gentes esperanzas en ese crecimiento del ser humano y de una sociedad justa y digna y “presencia” ya del Reino de Dios, pues pienso en ustedes que, sin duda, viven en rectitud de vida, en la fe en el Dios de la vida y en el amor solidario a su prójimo, a más, sobre todo, de que el Reino de Dios es Cristo en su plenitud divina y humana.
Dos cosas son imprescindibles para nuestra incorporación al Reino Dios; el mismo Jesús lo expresa con palabras muy precisas: “Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,15). La “conversión” consiste en vivir una actitud sincera de cambio de pensamiento, actitudes y acciones que son opuestas a la Palabra de Dios; conversión, digo yo, consiste, en dejar de lado cuanto impide mi crecimiento como ser humano, revestido de la gracia divina, y por último; “creer en el Evangelio”, es aceptar a Jesús como mi Salvador y hacer de él, para mí y para para la humanidad, Camino, Verdad y Vida (cf Jn 14,6),
El proyecto y vivencia del Reino de Dios exige fe de que es posible construirlo y vivirlo, ante las adversidades de una sociedad egoísta e injusta, con la ayuda de Dios, en mi vida y con mi vida personal, familiar y social daría. Sencillamente, cambiemos en aquello que nos impide el crecimiento en humanidad y actuemos recta y conscientemente en el quehacer y relaciones de cada día.

Ora y Labora cada día con conciencia y espíritu de servidor del Reino de Dios.

Fray Pablo, OP