Celebrando a San Pedro Mártir

Por Fray Pablo Iribarren Pascal, OP

Buenas Noches.

No es la primera vez que ciertos hechos despiertan en mi memoria sucesos de mi infancia y juventud. En esta ocasión, el detonante del recuerdo, que comparto hoy, fue la celebración que viví, como servidor de la Palabra y la Eucaristía, en el pueblo de Zinacantán, poblado en el que, con alguna frecuencia doy algún servicio.

El jueves pasado, 29 de abril, se me pidió cierto trabajo en la iglesia parroquial de San Lorenzo, Zinacantán, Chiapas. Gozoso, de mañana y con buen ánimo, fui a dicho pueblo, asentado en un valle muy fértil, rodeado de altas montañas y pinares y, al ingresar al templo, recién restaurado de los graves daños que le infringiera el temblor del 2017, observé que lucía en todo su esplendor. El pueblo se había congregado en él para celebrar la Eucaristía en la festividad de San Pedro Mártir. No pensaba que fuera dicha fiesta, pues la comisión litúrgica de la Iglesia, en años pasados, trasladó la conmemoración del Santo Mártir a otra fecha.

Asombrado quedé al ver y sentir la luminosidad del templo con nuevas y extraordinarias lámparas (gigantes arañas) brillantes de luces y cristal, los altares ricos en imágenes, entre ellas la de San Pedro Mártir, vestido a la usanza zinacanteca, flores de infinita variedad abundaban, el pueblo: niños, jóvenes, mujeres, ancianos y hombres de toda edad y con su atuendo típico, llenaban el espacio; El Espíritu aleteaba sobre la superficie y el corazón de la Asamblea.

La Asamblea la presidía el grupo de mayordomos, los fiscales, sacristanes y, muy cerca del Altar, el Moletik (ancianos) o Ayuntamiento de la Tradición, formado por el alcalde primero y segundo, cuatro regidores y dos escribanos; instancia socio-político-cultural de gobierno de este pueblo, desde el siglo XVI, anterior a municipios, estados, etc., cuando este pueblo se reconocía como el Señorío de Zinacantán. Los alféreces, que alegran las festividades, estaban ante la fachada del templo.

Un detalle que me sorprendió, al entrar en el templo, fue, contemplar, ante el altar mayor, una gran mesa con, digo exagerando un poco, un monte de palmas que los mayordomos habían recolectado en la montaña, para la celebración de este día. Este detalle y la festividad toda en honor a San Pedro Mártir, me retrotrajo a mi infancia y adolescencia y me vi, celebrando con alegría y solemnidad, en mi pueblo natal, la fiesta de San Pedro de Verona. Las palmas, una vez bendecidas, recuerdan el martirio del santo, se reparten entre los asistentes, y las llevan a sus casas, patios, huertas y campos en señal de la protección de San Pedro de Verona contra toda fuerza maligna, física, espiritual o sicológica.

En mi pueblo natal y en muchos otros lugares, se acostumbra a bendecir agua, pan, imprescindibles para la vida, y crucecitas que se siembran en los campos, como signo protector contra las tormentas de piedra y fuertes vientos, que afectan seriamente las cosechas. En mi tierra la celebración incluye a tres pueblos: Ibiricu, Elcano y Egüés; San Pedro Mártir es patrón de los tres pueblitos, muy pequeños, equidistantes un kilómetro uno de otro. Se camina portando la imagencita de San Pedro Mártir a hombros (mi hermano, Pedro llevaba este nombre en honor al Santo y era uno de los que cargaba al Santo). Dicha imagen es propiedad de los tres pueblos. Y, en este día, 29 de abril, caminábamos con ella, entre cantos, música, plegarias y cohetes, y una profunda alegría, de uno a otro pueblo, quedando, el Santo, cada año en pueblo diferente, del que arranca la peregrinación el año siguiente.

La devoción a San Pedro Mártir de Verona es un signo de nuestra comunión fraterna como pueblos hermanos, en la misma Vid que es Cristo (Jn 15,1-8) y, en consecuencia, los problemas que surgían entre los pueblos y ciudadanos se resolvían en diálogo fraterno, prevaleciendo la solidaridad mutua.

En alguna ocasión me he preguntado por el origen de esta práctica de comunión fraterna entre los tres pueblos inspirados en figura de San Pedro Mártir, discípulo de Jesús, sin encontrar una respuesta precisa. ¿Fue un acuerdo de respeto y solidaridad entre los tres pueblos? ¿Hubo algún problema, desgracia, distanciamiento que se resolvió con acuerdo de comunión fraterna? No tengo noticias de posibles sucesos de un tipo u otro. Lo importante que la figura de San Pedro Mártir inspira entre ellos actitudes de amor solidario, respeto y justicia.

San Pedro Mártir, nació Verona Italia, en 1205, en el seno de una familia cátara, de fe dualista (“katharo”, lengua griega = “puro”); los cátaros son de una corriente religiosa cristiana que surge en el siglo XI al XIII en Francia, su centro fue Toulouse, de carácter nóstico. Creen en una dualidad creadora: Dios y Satanás, es decir, dos principios originarios, uno del bien y otro del mal, maniqueísmo; rechazan los sacramentos, la jerarquía de la Iglesia, pugna por una vida ascética, espiritual, mística. Los padres de Pedro Mártir lo enviaron para su formación a un centro católico y a los dieciséis años ingresó en la Orden dominica recibiendo el hábito de manos de Santo Domingo de Guzmán.

San Pedro Mártir, celoso de la causa de Cristo y de su proyecto de vida y de paz para la humanidad, predicaba y compartía con tal fervor y convencimiento su fe en Dios, en su enviado Jesús y su realización histórica y mística en la Iglesia, que no había fuerza humana que resistiera su palabra. De ahí que sus contrarios: los cátaros, maquinaron su muerte y la ejecutaron, en el camino, al paso por un bosque umbrío, que lleva de Como a Milán, donde tenía su residencia, el 6 de abril de 1252. Fue tal la devoción que despertó su vida y martirio, que, al año de su muerte, fue declarado Santo y su devoción se propagó en el mundo, incluso en Chiapas por la predicación de sus hermanos los frailes dominicos y se mantiene vigorosa en Zinacantán desde el siglo XVI.

Respeto y promuevo todos los signos, sea cual sea su procedencia, que conducen a la fraternidad solidaria y la fomentan, dado que son constructores del proyecto de paz y vida de Dios para la humanidad de todos los tiempos.

Fray Pablo, OP