En memoria del P. Miguel Chanteau

Buenas Noches,

Estamos de “luto”, como de ordinario decimos por el fallecimiento de un ser querido. La semana pasada fue por la muy querida Hna. en religión, Efigenia; esta semana, martes 2 de junio, falleció el sacerdote Miguel Chanteau, a los 92 años, religioso francés de prolongada estancia y servicio, 1965 a 2022, en nuestra Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, aunque la enfermedad lo tenía recluido en casa, desde hacía un tiempecito.

El Padre Miguelito, como le decíamos con afecto cuantos lo conocimos, lo tratamos y quisimos, dejó su patria y familia y se vino a Chiapas por el año 1965, movido de su celo apostólico y misionero. En su tierra, en los años preconciliares, ejerció el ministerio en el medio laboral obrero –“sacerdote obrero”-, se hizo obrero con los obreros, jornalero de condición y lucha por los derechos laborales, que, con frecuencia se les ha regateado, cuando no, negado. La intención de este estilo de sacerdote era manifestar la solidaridad de la Iglesia con el sector obrero y apoyar sus derechos laborales y reivindicaciones sociales.

El Concilio Vaticano II, convocado en 1959 por el papa Juan XXIII y concluido 1965, con sus Padres Conciliares, movido por el Espíritu de Jesús, hizo que la Iglesia priorizara en su servicio pastoral a los pueblos originarios de los diversos continentes -Documento Ad Gentes-, y, en concreto a los pueblos originarios de América y, en Chiapas, por medio de su Pastor y Padre Conciliar, Don Samuel Ruiz y Agentes de Pastoral, a los pueblos: zoque, tzotzil, tseltal, tojolabal, ch’oles, mames…

Este interés de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas y de su Pastor por dichos pueblos, hizo que religiosas -hermanas Efigenia, Clementina, Lucy, Mary… y de diversas congregaciones -a las que honré en su momento, en mis Buenas Noches-; laicos y religiosos -Jesuitas, dominicos, maristas, salesianos…- y sacerdotes seculares, celosos por la causa de los pobres y marginados, vinieran a nuestra Diócesis y entregaran su vida en ella por el Pueblo de Dios.

El padre Miguel Chanteau, movido por el Espíritu, fue uno de los primeros sacerdotes en manifestar su interés por laborar en nuestra diócesis, y se vino a Chiapas -1965-, a nuestra diócesis, siendo asignado al municipio y parroquia de San Pedro Chenalhó, población de la etnia y cultura tzotzil. Este pueblo, como los demás de la región, es de tradición católica, desde el siglo XVI, en que recibió el anuncio del Evangelio de boca y corazón de los frailes dominicos, que llegaron a Chiapas con fray Bartolomé de las Casas, en el año de 1545.

Los pobladores de Chenalhó recibieron con sincero corazón, al P. Miguel, quien supo congraciarse con ellos y respondió a las expectativas que se habían fraguado. El P. Miguel asumió modos, costumbres, gustos, lengua, vestimenta tzotzil; asumió no sólo aspectos, digo en cierto modo, superficiales, sino que asumió sus valores más profundos de la vida familiar, social, histórcia y religiosa del pueblo de San Pedro Chenalhó; amó entrañablemente a su gente, se hizo “pedrano” con los “pedranos”, se encarnó en su condición de sacerdote. Fue querido, muy amado.

Su labor misionera alcanzó los campos de la salud, educación, familia y sociedad, economía…, desde su condición humana y religiosa; vio a hombres y mujeres como lo que son, personas, con derechos y dignidad y, desde su fe de creyente en el Dios de la vida, orientó a las gentes a valorarse como ciudadanos con derechos y obligaciones de una sociedad libre, miembros de la iglesia e hijos de Dios.

En momentos políticos difíciles de México, 1994, por su postura solidaria y comprometida con el pueblo, fue obligado a salir del país por acusaciones infundadas, pero Dios, Justo Juez, que vela por loa suyos, hizo que brillara la verdad y la justicia y regresó al país, aunque no se le concedió volver físicamente con los suyos, los “pedranos”, pero no dejó, de una u otra manera, de sentirse y solidarizarse con ellos, desde la Ciudad de San Cristóbal de Las Casas.

Este martes pasado, falleció; no pudo con la enfermedad y los años. La sociedad y la Iglesia le honraron en el templo de San Francisco. Fue velado unas horas en la ciudad y trasladadas sus cenizas al Yacteklum, donde él había promovido, junto con las hermanas Del Divino Pastor y la comunidad catequística, a su llegada a Chenalhó, el centro de formación de dirigentes de diversa índole. Sus restos descansan desde el día de hoy en el templo parroquial de San Pedro en Chenalhó, Chiapas.

El P. Miguel Chanteau compartió con los pueblos originarios los dones que el Espíritu Santo había puesto en su persona: fuerza, luz, aliento, paz y consuelo e hizo que resplandeciera la dignidad de la persona en los marginados y excluidos. Hermosa labor.

Fray Pablo o.p.