
El Papa en su visita a Kazajistán
- Buenas noches
- 9 octubre, 2022
Buenas Noches.
Kazajistán, país asiático con su partecita europea. Ha estado muy presente en los noticieros mundiales, en particular en el ámbito religioso, por la visita que el Papa Francisco realizó a este país en los días 13 al 15 del presente mes de septiembre, por su participación en el séptimo Congreso de Líderes Mundiales y Tradicionales, auspiciado por el Estado. Goza esta nación de un gran respeto en cuestión religiosa y libertad de cultos, “tras haberse liberado del yugo del régimen ateo; propone ahora un camino de civilización, condenando fundamentalismos y extremismos”.
Es un país, que ha incrementado la participación política ciudadana y la democracia a partir de su independencia, 1991, de la antigua Unión Soviética; sigue en buenas relaciones con Rusia y con los países europeos, en él se halla el Cosmódromo Baikonur, la más antigua central de lanzamiento de cohetes y seres humanos al espacio.
Kazajistán es muy extenso, con dos millones setecientos mil km2 y una población de 18 millones de habitantes, en proceso de desarrollo acelerado. De ser un país agrícola ha entrado en una etapa industrial, sin perder su condición de gran productor mundial de granos-alimentos. Su economía se asienta también en la extracción de petróleo y gas. Su nivel educativo alcanza al 99.5% de alfabetización.
País democrático, tolerante con todos los cultos e ideologías, con 150 confesiones religiosas, de mayoría musulmana, seguida de la religión cristiana en sus diversas expresiones. El país incluye 131 nacionalidades o etnias, predomina, la etnia considerada originaria, el Kazajo –“hombre libre”, “independiente”; primer grupo humano que amansó el caballo. “Es el país de encuentro”, así lo califica el Papa Francisco.
El Papa en su visita a Kazajistán, con ocasión del Congreso de líderes religiosos mundiales, participó, de igual a igual, en una mesa redonda en la que se compartió el pan de la palabra, es decir, puntos de vista sobre la sociedad, la vida, la justicia, la compasión…, en definitiva, todo aquello que conduce a la paz, a la convivencia humana y fraterna, como uno más entre iguales, entre personas. Con esta actitud de sencillez e igualdad el Papa se ha ganado algunas críticas de ciertos sectores eclesiales, que juzgan esta actitud, convivencia y diálogo como una merma en su condición de director general del catolicismo y tachado de relativismo en cuestiones doctrinales.
Este tipo de congresos o encuentros interreligiosos, es el propio gobierno civil de Kazajistán quien promueve y convoca; considera que el valor religioso, quitando fundamentalismos y extremismos, produce armonía, unión respetuosa y tolerante entre los diversas grupos sociales y religiosos y contribuye al cultivo y desarrollo del bienestar de la sociedad, de la fraternidad y de la paz. Más todavía, al crecimiento de una auténtica democracia, dado que mitos, leyendas, tradiciones de los pueblos –la tradición, costumbre, normas y usos-, aunque no falta alguna/o que deja mucho que desear, es fruto del pueblo, del aporte en cuanto pueblo, de un pueblo que se cuestiona e interroga y busca soluciones a los interrogantes personales y sociales. Dice el escritor Chestertón: “Es obvio que la tradición sólo es la democracia extendida a través del tiempo. Es confiar más en el consenso de voces humanas comunes que en algún registro aislado o arbitrario… La leyenda (mitos, tradición…) generalmente es creada por la mayoría de la gente en el pueblo que está sana” (Ortodoxia).
El auténtico camino de la paz y la verdad se construye en el diálogo sincero y confiado en torno a una mesa, entendiendo por diálogo, no lo que sucede con harta frecuencia, cuando que se sientan a la mesa el fuerte y el débil para “dialogar”. El resultado, en el mejor de los casos, es una negociación en la que el más fuerte impone su voluntad al débil. El diálogo se da en el encuentro entre personas, grupos y naciones, que intercambian, por medio de la palabra, gestos y actitudes sus puntos de vista sobre una determinada cuestión, con la seguridad de ser escuchados y entendidos por el corazón abierto a los puntos de vista de la otra persona, grupo o nación; se da el diálogo cuando se habla con libertad y respeto, lo que uno piensa, siente y ama y el otro escucha, con actitud sincera de aprovechamiento.
El diálogo se ha de dar en base a la propia identidad y convicción personal, de grupo o nación, sin ánimo de convencer al otro, cuanto de exponer su verdad, con actitud de quien ofrece lo que es, lo que quiere o lo que defiende, y se recibe con actitud de escucha receptiva y analítica, tratando de descubrir lo positivo que contiene el que habla. Con frecuencia no se dialoga con estas actitudes, sino, de defensa y buscando razones para contradecir o contratacar.
Este dialogo sobre cuestiones fundantes, dice el Papa Francisco, “significa poner las religiones en el centro del compromiso para la construcción de un mundo en el que escuchemos y nos respetemos en la diversidad”. Kazajistán realiza estos encuentros cada tres años, desde su independencia; propone ahora un cambio de civilización, condenando fundamentalismos y extremismos. Ha descubierto que la religión puede ser un vehículo de unidad y de paz; la fe hecha vida, ayuda al bienestar social.
Evoca mi mente ante la presencia del Papa en esa mesa de diálogo entre iguales en Kazajistán y la crítica que ha recibido de ciertos sectores, a la crítica que sufrió en Maestro Divino de Nazaret, cuando fue visto alternar, comer, convivir en la misma mesa con profanos, recaudadores de impuestos y gentes de otras formas de vida e ideología (cf Lc 15,1 y ss.).
La comida, el diálogo sincero es ya un signo de comunión, expresión de lo mejor de uno mismo, de respeto, tolerancia y de apertura a la amistad, y propicia acuerdos de convivencia fraterna y de construcción de una nueva civilización, la del amor.
Fray Pablo o.p.