La Samaritana es empoderada

Buenas Noches

Pasó el día Ocho de Marzo, Día Internacional de la Mujer, día en que de modo especial, las mujeres reclaman sus derechos, igualdad en los mismos con los varones, respeto a su dignidad, cese la violencia y el crimen de género, Día también, al que los hombres conscientes y solidarios se asocian con presencia física o moral en las protestas y reclamos de las mujeres a sus justos derechos.

Por cuanto vi y oí el Día Ocho, las manifestaciones y protestas de las mujeres en pueblos, ciudades y aún aldeas, fueron más fuertes y numerosas que nunca; es posible que así fuera, pues, no faltan razones para hacerlo, dado los delitos de toda especie que todavía se cometen contra la mujer, aún en los países que se jactan de democráticos y supercibilizados; quizá también se haya debido al aumento de denuncias y reclamos de las mujeres, que, anteriormente se ocultaban los delitos por temor o vergüenza. Aunque no faltan también estadísticas que hablan de aumento de crímenes contra la mujer.

En el presente año, no han faltado países en el que los delitos contra los derechos más elementales de la mujer se han agravado, así, el derecho a la educación y a la libertad en el vestir. En Afganistán se ha llegado al extremo de impedir el acceso a las mujeres a los centros universitarios y el ejercicio de su profesión. En algunos casos, se llegó a envenenar el espacio escolar de estudio y recreación de las niñas con tóxicos llegando hasta envenenar y poner en peligro la vida de muchas alumnas. Todo ello, a fin de atemorizar a las niñas, a fin de que se queden en su casita. Según la cultura y aún legislación de este país, la mujer no tiene otro derecho y función, que el servicio en la casa al marido e hijos, aseo, preparación de alimentos y cuanto se refiere a la vida del hogar. La casa es su espacio vital único, cualquier salida de ella, será con el marido o alguno de sus hijos. El colmo de esta privación de libertad, se dio en Irán, hace un par o tres de meses, cuando una joven mujer fue interceptada por la policía moral, pues no llevaba bien su velo y acusada de inmoralidad. Llevada a los separos de la policía y la entregaron muerta y con señales evidentes de violencia Las protesta no han terminado; la consecuencia, muchos muertos por la represión policíaca.

No lo niego, la mujer ha logrado, desde que empezó su lucha emancipadora, la igualdad de derechos con el varón, en muchísimos países, aunque no siempre se hace efectiva tal legislación, pero quedan todavía muchos países, en que se ven limitados, cuando no negados sus derechos, a más de la violencia específica de género, generalizada, por su condición de mujer, cosa que sucede aún en los pueblos más civilizados. Sí, mucho se ha logrado, pero todavía falta y, sin duda, la lucha por la libertad plena y respetuosa de la mujer, continuará.

Y vuelvo una vez más, mis estimadas lectoras y lectores, sobre la práctica especial dominical que acostumbro, mi meditación mañanera. El día de hoy, quedé sorprendido al abrir mi Libro Sagrado, al tropezar con uno de los textos más bellos y magistrales; narra dicho texto el encuentro del Maestro Jesús con una mujer, que el autor llama, “Samaritana”, junto al pozo de agua de Jacob, sin duda, por el lugar de su nacimiento, Samaría, del pueblo de Sicar. No puedo pasarles el texto completo, pero les doy la referencia del Libro Sagrado, no es otro, que La Biblia (Juan 4,5-42). Espero que se halle en su pequeña biblioteca familiar.

El entorno socio-cultural-histórico y humano del encuentro de Jesús y la Samaritana no era el más propicio, pues redundaba en negatividad: no era permitido ni tolerado un encuentro y menos un diálogo público entre hombre y mujer en aquellas culturas. Por otra parte, los judíos condenaban, repelían históricamente a los samaritanos, pues los consideraban idólatras, impuros, dado que, los judíos antiguos de Samaria, desde el s, VIII a. de C., se mezclaron con otras razas y pueblos extraños a la fe de Israel, por lo cual eran gente marginada, enemiga, impura, excluida.

Con actitud compasiva y venciendo estas diferencias, Jesús entra en diálogo con la mujer Samaritana, rompiendo todos los cánones de la tradición y costumbre judías, reconoce la dignidad de la mujer, su derecho a una Vida Nueva, más todavía, en la plática, llega a un nivel de confianza y sinceridad, que abre su corazón a la verdad de un Jesús profeta, mesías que salva, que transforma, que revive a la Vida Nueva a quien está muerto.

La Samaritana es transformada de tal modo por ese encuentro divino-humano, empoderada decimos hoy, que le lleva a presentarse ante su pueblo, asumiendo su vida anterior y proclamando el cambio radical que se ha operado en ella, por el Agua Viva, en el encuentro con el profeta judío al mismo tiempo que anuncia a Jesús como Mesías Salvador.

En el Maestro Divino, que nos ofrece, con actitud generosa, Agua Viva, Vida Nueva, se halla un aliciente más, para romper con las desigualdades atávicas, que imperan en nuestro mundo y sociedad respecto a la violencia de género y negación de los derechos de la mujer.

Fray Pablo o.p.